Ten Calma, Ten Fe

¿Has sentido alguna vez que Dios está dormido mientras tu vida se va cuesta abajo? ¿Has experimentado la quietud del Señor en momentos de crisis, donde esperarías que él reaccione tan rápido como tú lo harías? O ¿te has encontrado de repente remando con todas tus fuerzas para que tu barca no se hunda mientras clamas al Señor preguntando ¿Dónde estás? ¿Por qué no vienes en mi ayuda?

Los discípulos del Señor también lo experimentaron, al igual que tú y yo, ellos experimentaron tormentas, situaciones donde sus vidas corrían peligro, experimentaron el sueño del Señor mientras sus vidas literalmente se hundían lentamente. La fe de ellos, al igual que la tuya y la mía, también fue puesta a prueba en esos momentos. El enemigo de la fe siempre ha sido la duda y por consiguiente el miedo, en estos momentos tan caóticos los cristianos tenemos dos opciones, o nos llenamos de fe o nos llenamos de miedo.

Muy seguramente has querido agradar al señor y depositar toda tu confianza en él en medio de esa prueba tan difícil, pero puede que como sucedió con los discípulos, las olas de la vida tal vez han golpeado tan fuertemente tu barca que es fácil perder el enfoque, es fácil quitar el pie firme y darle paso a la duda y el temor y si esto es así, ¿Qué esperaría el Señor que hagamos? ¿Cómo esperaría que reaccionemos? ¿Qué quiso el Señor que los discípulos entendieran?

• CON EL AGUA HASTA EL CUELLO.

Debemos recordar que, en todo momento, Dios está trabajando en nosotros, quiere que seamos cristianos maduros, él está formando nuestro carácter para llevarnos a esa madurez. Un principio que deberías siempre tener en tu corazón que te va a ayudar a sobrellevar lo que esté sucediendo y sobre todo a madurar cuando nos enfrentemos a estas repentinas tormentas de la vida es que: Si el agua te ha llegado hasta el cuello, es porque el Señor lo ha permitido. Es decir, no existe situación en nuestras vidas que tomen por sorpresa al Señor, él sabe de antemano lo que va a acontecer (Isaías 46:10) y él permite todas estas situaciones en nuestras vidas, y esto, aunque no parezca, debe ser un consuelo para nosotros, pues no estamos echados a la suerte sino a su Buena, agradable y perfecta voluntad.

Debo confesar que esto ha sido algo maravilloso que me ha costado mucho aprender y entender. Como cristianos debemos aferrarnos con total confianza a ese Dios que tiene la tierra por estrado de sus pies, y a sus ovejas en la palma de su mano, él te sostiene, aunque parezca que duerma. Y esto quiere decir que, en la barca, no estás solo, el Señor está contigo, de hecho, él lo dijo: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Sea que haya viento apacible y buena mar o sea que haya tormenta, el Señor está en la barca. Esto nos permite tener un entendimiento más provechoso, más lleno de esperanza en las dificultades, saber estas verdades nos permite ser más prudentes y más sabios en nuestro actuar en medio de la tormenta, pues ahora sabemos que el Señor quiere hacer algo en nosotros, sabemos que, si el Señor lo ha permitido, es hora de que algo en nosotros cambie para su gloria. Me permite cuidar mi lengua de la queja, en vez de cuestionarme el por qué de mi situación decir, Señor hágase tu voluntad. Reemplazar la queja por una pregunta más piadosa como ¿Señor, que quieres que yo conozca de ti? ¿Qué necesito cambiar en mí para ser más como tú? O ¿Qué quieres tu cambiar en mí en medio de todo esto? Nos deja saber con toda certeza que después de la tormenta, todo lo sucedido resultara a mi favor, para mi bien y para mi crecimiento.

Quienes no entienden esta verdad, no ven esperanza, ven dolor, queja, abandono, ven soledad. Si tú eres parte de este último grupo mencionado, te animo a que te aferres a esta verdad, que conozcas al Dios creador de todo y dueño de todo. Aquel que dio a su hijo Jesús a morir en una cruz, para tenerte a ti con él, para decirte que Él quiere llevar el timón y ser el capitán de tu barca. El tiempo es hoy. Ahora que sabemos esto ¿Cuál es el siguiente paso?

• HAZ ALGO, PERO HAZLO SIN MIEDO.

Por alguna razón el pasaje de Marcos 4:37-38 Nos muestra que, pese a que se había levantado una gran tormenta de viento y que las fuertes olas no solo golpeaban la barca, sino que ya la vencían de modo que la hundía, el Señor dormía… Es curioso pensar en esa situación, desde el primer versículo del capítulo 4 el Señor había estado prácticamente todo el día enseñando a la multitud, quizá estaba verdaderamente cansado más, sabemos que es difícil sostener el sueño durante una gran tempestad y más aún con el movimiento del agua y las olas sacudiendo fuertemente la barca, pero eso es lo que el Señor hacía, dormir. Pese a que el texto no nos da detalles de que estaban haciendo los discípulos en ese momento, sabemos que algunos de ellos eran pescadores, ya habían enfrentado tormentas antes, el mar de galilea es famoso por sus repentinas tormentas, sabían que debían mover las velas, luchar contra los vientos para sostener el curso y demás. Esto era algo a lo que todo que trabaja en los mares debía conocer. Pero tal vez comenzaban a ver que la tormenta era más fuerte que las que ya habían pasado, lo que también podía haber ocasionado duda en sus corazones viendo la dificultad de maniobrar la barca. AL punto de pensar: ¿por qué el maestro duerme mientras todos aquí estamos enfrentando esta gran tormenta? ¿cómo así no se levanta con todo este movimiento, y viento feroz? ¿Acaso no le importamos? ¿No tiene el poder para ayudarnos?

¿Qué hacer cuando la situación parece salirse de control? ¿Qué hacer cuando estoy siendo vencido por las olas y veo que la barca comienza a hundirse? Es ahí cuando… lo despertaron y le dijeron: “maestro, ¿no tienes cuidado de que perecemos?” Esa fue la reacción de los discípulos. ¿Alguien además de mí se identifica con ellos? Es que generalmente esa es nuestra reacción, Ir al Señor en desesperación y en lugar de depositar esa angustia en él, lo confrontamos: ¿cómo es que no haces nada? ¿Y cuál es la respuesta de Jesús? “… ¿por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.

Dios nos ha dotado a cada uno con sabiduría e inteligencia para saber tratar con las diversas situaciones de la vida y de hecho él espera que la usemos. Si enfrentamos algo de escasez el Señor nos ha llamado a trabajar, pues, “en toda labor hay fruto” (Proverbios 14:23) y proveer para los de nuestra casa “porque aquel que no provee para los de su propia casa es peor que un incrédulo y ha negado la fe” (1 Timoteo 5:8). Si enfermamos él ha dicho “llame a los ancianos de la iglesia…” él nos ha dado dones y talentos que espera que los usemos para dichas situaciones. Este es solo un pequeño ejemplo para resaltar lo siguiente: cuando los momentos difíciles vienen, hay que hacer lo que hay que hacer, pero sin temor. Es decir, ¡hay que hacer algo! ¿Falta? Busca proveerlo ¿no hay? Sal a buscarlo ¿no encuentras? Toca la puerta. Todas estas cosas son acciones que la escritura respalda con promesas.

¡Conozco gente (y yo fui uno de ellos) donde en la escasez o situaciones realmente difíciles se quedan en la quietud de sus hogares diciendo, Señor, se me ocurre hacer esto, pero quiero que me lo confirmes… y por frases como estas que aparentan mostrar cierta “piedad” cuando lo que verdaderamente esconde detrás es una falsa piedad, ¡y detrás de esa falsa piedad se esconde el miedo, inseguridad, miedo a fracasar… a las finales se quedan sin hacer nada! Dios no te va a hablar al oído y decirte que tienes sostener las velas porque si no el barco puede volcarse, él te ha dado todo para que lo hagas, y nuestro trabajo es hacerlo, pero, sin miedo, sin temor, con confianza. Él no solo nos ha dado la capacidad de hacer las cosas, él nos ha dado sus promesas, y es aquí donde a veces fallamos. Recuerda Él ha dicho: nunca te dejaré ni te desampararé. Él ha dicho: mira las aves como comen, así tu padre celestial hará contigo. Él ha dicho: yo estoy contigo. Él ha dicho: no te preocupes por nada.

Al contrario, en vez de preocuparte, ocúpate de lo que tienes a la mano confiando en que Dios prosperará la obra de tus manos a su debido tiempo, pues él es fiel. La duda y el temor no nos permiten ver al Señor en la barca, no nos permiten confiar en todas las promesas que el Señor nos ha dicho en su palabra. Los discípulos estaban tan amedrentados que el Señor los reprende por eso al preguntarles ¿Por qué están tan asustados? ¿Cómo es que no tienen fe? Las tormentas de la vida no pueden causarnos mayor temor que aquel que reprendió al viento y al mar. Las tormentas de la vida no pueden quitarnos la paz que Jesús nos regaló con su sangre en la cruz y su resurrección. Los eventos más caóticos no deberían quitarnos la paz que nos dio aquel que venció a la muerte y al pecado.

Nuestro trabajo cuando ya no podemos más, cuando las cosas se salieron de control y de nuestro alcance, es acercarnos al Señor en humildad y confianza. Humildad para decirle Señor yo no puedo más con esto, pero tú todo lo puedes. Y confianza sabiendo que él escuchará nuestra oración porque “es necesario que todo el que se acerca a Dios crea que le hay, porque sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Hazlo, porque el Señor te ha dado la capacidad, es porque puedes hacerlo. No esperes respuestas para saber el resultado del futuro, el Señor en ningún lado de la escritura ha prometido decirnos el resultado o el futuro de nuestras decisiones, pero si ha prometido que estaría con nosotros.

• UN TEMOR MÁS GRANDE Y MÁS PURO QUE EL TEMOR A LA TORMENTA.

Luego de despertar al Señor, y ver cómo el Señor había reprendido al viento y el mar y que se había hecho grande bonanza, el texto nos dice lo siguiente: “entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?” Esto es lo que el Señor quiere respondernos, el Señor quiere, en medio de la tormenta, revelarnos quién es Él. Él es el Cristo, el hijo del Dios viviente, él es el que cuida de ti, el que te sostiene, quiere que lo conozcas como aquel que tiene poder sobre el viento y el mar, como el que tiene el control de tu vida y de las tormentas que se levanten en ella. Y al conocerlo, crear en ti un corazón que tema su nombre, un temor que le agrade, que le dé gloria.

Algo que debemos entender es que, pese a que en la vida, sentir temor es normal, ese miedo a las circunstancias no agrada a Dios y no lo honra. Contrario a esto, él quiere que temamos a su nombre, que es más grande y temible que cualquier cosa que podamos enfrentar. El Señor quiere formar en ti un temor que no te debilita, ni te causa inseguridad, sino un temor que te fortalece y te da confianza. Recuerda: este, EsTuDios.

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