Pescador de Hombres

Todo cristiano tiene la sublime responsabilidad de “ir y hacer discípulos…” esto no es tarea de los pastores, no es tarea de obispos o diáconos, tampoco es responsabilidad de quienes dirigen el ministerio de jóvenes o aún la escuela dominical. 

Este trabajo es responsabilidad de todo aquel que ha creído en Cristo Jesús como su Señor y salvador, sean hombres o mujeres, jóvenes o adultos, doctos o indoctos, todo aquel que viene a Cristo debe ponerse a trabajar, debe ponerse a discipular. 

Ante esta verdad, y esta responsabilidad, Satanás se ha encargado de introducir algunas mentiras en la mente y el corazón de algunos cristianos y por ende también en la iglesia, para mantenerlos lejos o en un estado muy pasivo de la tarea que el Señor los ha llamado a hacer. Y, como para toda mentira de satanás hay una verdad de Dios en la cual podemos descansar quiero compartir lo siguiente. 

  • un enfoque poco confiable. 

 Como cristiano y como alguien que siempre ha procurado enseñar el evangelio, me he encontrado en múltiples ocasiones con hermanos que han confesado tener un ardiente y sincero deseo por enseñar la palabra a otros, por compartir el evangelio a otros, pero sienten que no son capaces de hacerlo, piensan que no lo harán bien, que no son buenos oradores y no poseen el don de la palabra. Si estás leyendo esto, querido hermano, quiero decirte lo siguiente con mucho amor, humildad y también lo digo con mucha responsabilidad, pero sobre todo con amor. Jesús no necesita que tú seas capaz, tampoco estableció un estándar que diga que lo hagas bien, y no necesita que seas un orador reconocido. Jesús necesita que tú respondas a su llamado a seguirle y le sigas, Jesús necesita que sepas quien es él y que creas que él es capaz de hacer lo que dijo que haría: 

“venid en pos de mí, y yo haré que seáis pescadores de hombres”.

También escribo para mis queridos hermanos compañeros de lucha en esta gran tarea que se nos ha dado, sé que se están esforzando, sé que están luchando por las almas para Cristo, y por esto quiero hacerles un recordatorio con mucho amor: la salvación de las almas no radica en tus fuerzas, peor aún en tu oratoria y mucho menos en tus métodos. La salvación de las almas radica en el poder del Espíritu Santo de Dios que convence al mundo de pecado. 

Aprendan esto de la parábola del sembrador, el sembrador no salió a preparar la tierra, nosotros no preparamos la tierra, eso es un engaño y una pérdida de fuerzas y de enfoque, el sembrador salió a sembrar, nosotros somos sembradores llamados a echar la semilla de la verdad y Dios es quien da el crecimiento. Lo mismo sucede al momento de la pesca queridos hermanos, nosotros no preparamos las aguas, al contrario, nos preparamos para echar las redes del evangelio al mar. Y así como Dios había preparado un gran pez que se tragara a Jonás, Dios preparará a los peces que entrarían en las redes de la salvación. 

Recuerden cuando el Señor llamó y dijo:

“venid en pos de mí, y yo haré que seáis pescadores de hombres”.

  • El lugar correcto.

Es en esas pequeñas dos palabras “Yo haré”, donde debería descansar todas nuestras fuerzas, nuestro trabajo, nuestras emociones a la hora de echar la red del evangelio. Estas dos palabras nos hacen un llamado a echar de nosotros el yugo que nos hemos impuesto por nuestras propias fuerzas y llevar el yugo de nuestro Señor que el mismo ha dicho que es ligero. Nos hace un llamado a decir: ¿Por qué te abates oh alma mía? ¿Por qué te turbas dentro de mí al ver que no se dan los resultados que esperabas? Espera en Dios, no en tus fuerzas, espera en las fuerzas de Aquel que dijo “Yo haré” y descansa. 

Este mismo principio lo encontramos con todos aquellos hombres y mujeres en la escritura a quienes Dios llamó. Moisés le dijo al Señor “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y le diga que deje ir a tu pueblo?” Y tal vez es la misma pregunta que te estés haciendo a la cual no encuentras una respuesta favorable, pero debemos recordar lo que Dios le respondió a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. De principio a fin Dios es el que se ha encargado de los resultados, nosotros tenemos la inmerecida bendición de poder ser utilizados por el para su gloria y esto solo se da porque Él ha querido usarnos. 

Nosotros solo podemos exclamar delante del gran YO SOY:

TÚ ERES, el que salva.

TÚ ERES, el que me provee. 

TÚ ERES, el que hace la buena obra en mí.

TÚ ERES, mi refugio.

TÚ ERES, el que se encarga de los resultados. 

TÚ ERES, todo lo que necesito…

Y porque TÚ eres todo lo que necesito, yo puedo hacer en ti, todo lo que me has llamado a hacer. 

Queridos hermanos, descansemos en aquel que no solo nos declaró su nombre como YO SOY sino también en que el mismo ha dicho Yo haré. 

Descansar en esas dos palabras, es el lugar correcto, para empezar a hacer lo correcto para el Señor. 

Compartir

Sugerencias